jueves, 17 de mayo de 2007

El intruso

Nacimos trillizos. Pero mi madre no se amilanó. Nos atendía, higienizaba y alimentaba con mucha destreza, a pesar de ser madre por primera vez. Era su rutina diaria. Así fuimos creciendo.
Cuando dimos nuestros primeros pasos y aprendimos a no romper mucho, abruptamente nos separaron. Otros brazos nos cobijaron. Otro hogar nos dio su calor.
No comprendía. Sólo podía llorar. Estaba solo, no sabía donde estaban mamá y mis dos hermanos.
Había un muchachito en esa casa , pero me sentía seguro y querido en sus brazos. Y dejé de llorar. Poco a poco fui olvidando a mi familia .
No fue una vida muy apacible pero tampoco opresiva. Todos me querían. Incluso las visitas que esporádicamente recibían, no dejaban de halagarme.

Aunque hoy, pasados unos años, recibieron de regalo un gatito siamés, que ocupó la atención de todos. Y por supuesto, pasé a segundo plano.
Bueno, necesitaba otra vez mi lugar de privilegio. Y pensé en llamar la atención de alguna manera.
Y no se me ocurrió nada mejor que ponerme a ladrar y aullar, mientras el intruso me miraba socarrón desde mi tapete.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tambien me gustó....te aviso si lo cuento....puedo?