El intruso

No comprendía. Sólo podía llorar. Estaba solo, no sabía donde estaban mamá y mis dos hermanos.
Había un muchachito en esa casa , pero me sentía seguro y querido en sus brazos. Y dejé de llorar. Poco a poco fui olvidando a mi familia .
No fue una vida muy apacible pero tampoco opresiva. Todos me querían. Incluso las visitas que esporádicamente recibían, no dejaban de halagarme.
Aunque hoy, pasados unos años, recibieron de regalo un gatito siamés, que ocupó la atención de todos. Y por supuesto, pasé a segundo plano.
Bueno, necesitaba otra vez mi lugar de privilegio. Y pensé en llamar la atención de alguna manera.
Y no se me ocurrió nada mejor que ponerme a ladrar y aullar, mientras el intruso me miraba socarrón desde mi tapete.
1 comentario:
Tambien me gustó....te aviso si lo cuento....puedo?
Publicar un comentario