viernes, 12 de febrero de 2010

Armonía



Sintió que había perdido la armonía. Estaba en el mundo solamente para ocupar un lugar. El entorno le era indiferente. Un día seguía al otro, y al otro, sin llegar a nada. Intentó romper la coraza que lo arropaba, pero no supo cómo. Le abrumaba su apatía.
En la oficina a la hora del café, se reunían y vociferaban a la vez por soluciones: cómo apalear la crisis, cómo terminar con la violencia, cómo frenar los atropellos. Sólo cuando el jefe se acercaba todos callaban y se aprestaban a retomar el trabajo. Él era un ente pasivo que sabía escuchar sin opinar. En realidad no era que no comprendiera ni que no quisiese tomar partido de una forma u otra. Simplemente su abulia no le permitía inmiscuirse.

Cierto día a fin de mes, cuando estaban distendidos frente al cajero en espera del sueldo, entraron cuatro individuos armados, con máscaras sobre el rostro, apuntando a los presentes.
Casi sin pronunciar palabra se acercaron a la caja exigiendo la entrega de todo el dinero.
La empresa no era muy importante. Tenía veinte empleados, aparte del sector jerárquico. Esta vez, nadie dijo nada. Los habían obligado a tirarse al piso y allí estaban todos quietos.
Menos él, que mientras los atacantes llenaban sus bolsas, y uno solo quedó cuidándolos, aprovechó un descuido del que los observaba, para empujarlo, hacerlo caer y tomar su arma, en una actitud de arrojo y quizás sin haberlo meditado lo suficiente. Fue tan rápido e inesperado, que nadie dijo ni hizo nada, incluso los maleantes, que lo miraban incrédulos, como hipnotizados. Hirió al que comandaba el grupo. Pero los otros lo balearon. Salieron corriendo dejando el botín, asustados por si algún otro tomaba la misma actitud.
Sintió que su cuerpo se enfriaba, no tenía dolor, pero su vista comenzó a nublarse.
Todos lo rodearon. Alguien gritó de llamar la ambulancia. Todos lo palmeaban, lo alentaban. Le pedían que no se abandonara, que luchara hasta que fuese atendido.
Sonrió feliz. Al fin lo tenían en cuenta

¡Ahora sí que ocupaba un espacio real en el mundo!


Mención Honorífica- Género Cuento- VII Concurso Internacional de Cuento, Poesía y Arte 2010 "Puente de Palabras del Mercosur" Rosario - Argentina


Declarado de Interés Municipal por el Concejo Municipal de Rosario Decreto Nº 22357- 10 de abril de 2003

viernes, 5 de febrero de 2010

Torres de humo





Cubrid mi cuerpo
que mi alma vaga.
Entre cenizas se esparce
y en pequeños grumos
encandilados
clama
la esfumada presencia.

Cubrid mi cuerpo.

Entre humo y fuego
se eleva la estela.

Centella fulgurante
su luz invade
enceguece
escapa
fluctúa
se eleva.


Rápido cubrid mi cuerpo
que mi alma vaga.





Centella


¿Qué miras mi pequeño?
Miro el cielo oscuro
cubierto de pecas brillantes.
Las pecas de mi abuela
no brillan lo mismo.

Esas son estrellas mi pequeño
que tienen vida propia
¿Y por qué se apagan en la abuela?
Porque no pueden competir
con el brillo de sus ojos.

Madre, mira ahora la luna
tiene ojos y una boca sonriente
Mira, mira, se mueve
Y ahora parece que baila.

Pequeño, al mirarla fijo
tus ojos ven fantasías.

¿Y por qué me sonríe
sólo a mí?
¡Quiero que me la alcances
quiero llevarla conmigo!

Ay! Pequeño, cómo explicar
lo lejano que está ese mundo
y lo limitado que es el nuestro
No te enfurruñes pequeño
de grande lo entenderás
Madre ¿y si no llego a grande
nunca lo sabré?


Hoy, mientras escribo
Tiembla la hoja
El lápiz se resbala.
Las palabras no logran ordenarse






Mi ser




Quieres conocer mi plaza?
de pájaros flores y plantas
enredaderas naturales
inundan el espacio

Quieres conocer mi pueblo?
de estruendo y vorágine
cantos risas fusión
demarcan el camino

Quieres conocer mi sueño?
de silencios y luces
implantados sentimientos
palpitan el alma

Quieres conocer mi vida?
El vigor de la palabra
enquistada en el papel
humilla lesiona incentiva
apabulla buscando coherencia
pasma hilvanando ideas.


Debo justificar lo que me hiere
Quiero ser poeta.







Esperanza



¿cuándo va el agua al río?
¿cuándo va el río al mar?
¿cuándo el mar se diluye en océano?
¿cuándo el espejo que nos cubre
reverdece con reflejos
la emoción de nuestra alma?


Cuando la balanza se inclina
el sueño irrumpe


Pájaros alados envían señales
Ensordece la estridencia
de alas mojadas


Nada es cierto
Todo es vigilia



Quisiera poder nadar
mecida por las olas
y en torbellino trocar
ese mañana lejano

Nada es cierto
Todo es vigilia

Dilucidar



Contando las estrellas
no alcanza el cielo
luciérnagas pequeñas
titilan y se esfuman


Brillan desvanecen
quiebran las tinieblas
embeben los ojos
más adormecidos


Calan la visión
Cuencas vacías
acaparando sueños
enumerando astros


Idílica noche
tachonada de luces
cubren como manto
esos puntos fugaces


Silencio que abruma
Soledad impuesta
Poeta, no cuentes luceros
Poeta, no cantes la lluvia
debes hacer llover

Declive




Copos de nieve
caen impetuosos
sobre ti
tus ojos
tu frente
tu pelo


Diáfana aurea
estrella reluciente
en pequeña gota
florece
en ti
en tu rostro
en tu atuendo




Suave vaporosa
como nimbo
te rodea
simulando aves
de alas extendidas
Pureza alba
guiando tus pies
en el ajetreado surco


Tus manos
se cierran vacías
tratando de alcanzar
lo etéreo
lo níveo
el escurridizo ayer


Te sumerges
en el esponjoso suelo
El rostro al viento
Las manos en cruz
Teñido de blanco
el cabello
las cejas
los labios



Ciega
el blanco fragor
pero tú irradias
como hálito invisible
con tu blanca ropa
de invierno
El calor de la ilusión

Conceptos abstractos (cuento infantil)



Juancito volvió a casa enfurruñado porque la maestra le llamó la atención.
-“No se qué te pasa con el cero, es un número como cualquier otro”, es lo que la seño le discutía.
Pero Juancito no lo creía así. Un cero no vale nada, se dijo. La maestra es una tonta.
En casa le esperaba una reprimenda. Esta vez fue su papá, que tampoco entendía. Entonces armándose de paciencia, le explicó sucintamente, que cero más cero, era igual a cero. Dijo que nadie podía discutirlo, y sin escuchar razones, se alejó dando por terminado el entredicho.
Al día siguiente, el niño y su padre fueron de compras. Iban por una bicicleta para su cumpleaños. Era una hermosa bici de color rojo. El pequeño saltaba de alegría.
Al momento de pagar, el papá quiso que él diera el dinero al vendedor. Juan se sintió todo un hombre.
Le pedían quinientos cincuenta pesos, y él recibió cincuenta y cinco .
Se volvió a su padre y le dijo : -“estás equivocado, acá falta dinero”.
Su padre escribió en una hoja el número 55. –“¿por qué , qué le falta?”, preguntó.
-“bueno, le falta un cero”
-“pero no importa, porque un cero no tiene valor, verdad?”

Así es que Juancito, por culpa de un número abstracto, se quedó sin bicicleta.

Aquel papel


Un silencio espeso incursionó el espacio.
Los pequeños fragmentos de luz multicolor ya no se esparcían por el ambiente.
Hay angustia, desasosiego en el tono del amante. Un papel, una carta que revoloteó juguetona al compás de la brisa y terminó posándose a sus pies.
La desconfianza, los celos, nuevamente tomaron posesión de él.
Recogió la misiva y aún antes de leerla, volviéndose, la increpó con virulencia. Los epítetos brotaron de sus labios como manantial incontenible.
Abrió el celeste papel y leyó con furia, unos versos de amor, que iban dirigidos a él.

Al pie de la montaña




Al pie de la montaña, en la confluencia de los ríos, se alza una aldea. Las casitas de techo rojo, simétricas, semejan aves en vuelo. La dorada arena que bordea los arroyos llega hasta la puerta de cada vivienda, sirviendo de alfombra. Los pequeños la cruzan retozando alborozados para internarse en el agua. Alguna vez un adulto los acompaña.
Desde mi paraje, arriba del cerro, vigilo y me extasío con la efervescente vida pueblerina. Estoy solo, solo en medio de la naturaleza. Siento el viento que me arrulla, el frescor de la lluvia, el sol que me da vida, el canto de los pájaros, y el murmullo lejano de los lugareños. Todo me sirve de compañía y abrigo. Pero estoy solo.
De pronto una idea loca revolotea mi mente. ¿Qué pasaría si se acabase la arena? ¿Cambiaría la vida de los aldeanos? Por de pronto no habría más ríos. El agua que riega los canteros, que nutre las plantas, que da vida a la existencia, se extinguiría.
En fin, termino riéndome de mi pensamiento absurdo, y alzo mi lámpara en medio de la locura y la ignorancia. Está oscureciendo. El panorama se va desdibujando. Sólo la luz ilumina un círculo a mi alrededor. Quedo adormecido con el roce de las hojas bailando al compás de la brisa. La idea que me atormenta me domina de nuevo. Fijo la vista en el foco y agazapada en el centro de la esfera veo una esfinge impasible que me mira burlona y cómplice.
Despierto con el sonido de la lluvia golpeando mi escondite. Miro la lámpara en busca de la figura inserta en ella y no veo a nadie. También los niños se parapetan en sus viviendas. Solamente se oye el ruido intermitente de las gotas.
Estoy solo.