Comenzaron los fríos.
Mi familia acostumbra irse al norte por esta época.
Por cierto, voy a extrañar a nuestros vecinos. Es que siempre suelo mirarlos a través de la ventana. Disfruto mirándolos. Pero no crean que soy un fisgón. ¡Qué va! Es que esta gente me agrada. Comprenden una familia bien avenida. En cuanto a sus vecinos, son más sobrios pero también buena gente. En realidad me place verlos.
A decir verdad, nunca nos han molestado. Ni nosotros a ellos.
Los preparativos para el viaje ya terminaron. Y ahora, como suele decirse “a volar”
Éramos muchos en este viaje. No obstante yo estaba solo. Mis padres se encontraban detrás. Se acomodó a mi lado un pedante locuaz, que sólo hablaba de sí mismo. Al ver que no le prestaba atención dejó el lugar.
Entonces lo ocupó una señora un poco obesa que no dejaba de hablar. Me aturdía. Era una “cotorra” hablando. Al ver mi indiferencia, se cansó y me dejó solo.
¡Vaya viaje!, pensaba. Estaba cansado y aburrido.
Cuando a mi lado se presentó una morena de voz melodiosa y suave mirada. Comenzamos un diálogo fluido. Intercambiamos impresiones. Comentamos acerca de nuestras respectivas familias. Resaltamos lo que nos gusta, lo que nos desagrada. En fin, había coincidencia. Decididamente teníamos afinidad.
El viaje se hizo corto y al finalizar ya éramos grandes amigos, y algo más.
Quedamos en seguir viéndonos. Fue entonces que pensé seriamente cómo resolver el problema con los míos, ya que somos de distinta clase social.
¡Pero, vaya! ¡Si no me presenté todavía…!
Verán, yo soy un distinguido pinzón real; y ella es sólo una pequeña y dulce calandria.
Cuento seleccionado por Editorial Dunken para integrar el libro "HABITAR EN SECRETOS" Textos 2009
Mi familia acostumbra irse al norte por esta época.
Por cierto, voy a extrañar a nuestros vecinos. Es que siempre suelo mirarlos a través de la ventana. Disfruto mirándolos. Pero no crean que soy un fisgón. ¡Qué va! Es que esta gente me agrada. Comprenden una familia bien avenida. En cuanto a sus vecinos, son más sobrios pero también buena gente. En realidad me place verlos.
A decir verdad, nunca nos han molestado. Ni nosotros a ellos.
Los preparativos para el viaje ya terminaron. Y ahora, como suele decirse “a volar”
Éramos muchos en este viaje. No obstante yo estaba solo. Mis padres se encontraban detrás. Se acomodó a mi lado un pedante locuaz, que sólo hablaba de sí mismo. Al ver que no le prestaba atención dejó el lugar.
Entonces lo ocupó una señora un poco obesa que no dejaba de hablar. Me aturdía. Era una “cotorra” hablando. Al ver mi indiferencia, se cansó y me dejó solo.
¡Vaya viaje!, pensaba. Estaba cansado y aburrido.
Cuando a mi lado se presentó una morena de voz melodiosa y suave mirada. Comenzamos un diálogo fluido. Intercambiamos impresiones. Comentamos acerca de nuestras respectivas familias. Resaltamos lo que nos gusta, lo que nos desagrada. En fin, había coincidencia. Decididamente teníamos afinidad.
El viaje se hizo corto y al finalizar ya éramos grandes amigos, y algo más.
Quedamos en seguir viéndonos. Fue entonces que pensé seriamente cómo resolver el problema con los míos, ya que somos de distinta clase social.
¡Pero, vaya! ¡Si no me presenté todavía…!
Verán, yo soy un distinguido pinzón real; y ella es sólo una pequeña y dulce calandria.
Cuento seleccionado por Editorial Dunken para integrar el libro "HABITAR EN SECRETOS" Textos 2009